
- Vayamos al agua – dije mientras me incorporaba levemente y dejaba de lamer por un instante sus pezones.
Giselle me miró un instante, mordiéndose el labio y deseando que los míos volviesen a su pecho. Tras un instante de duda, asintió, y unos mechones rizados de cabello castaño ocultaron por un segundo aquella mirada arrebatadora cargada de pasión. De deseo. Sonrió de una forma encantadora y se dirigió corriendo hacia el agua. La vi internándose, desnuda, entre las aguas, disfrutando de cada curva de su hermoso cuerpo, del movimiento de sus nalgas, del recorte de su figura contra la noche estrellada. Era tan hermosa.
Me levanté corriendo y la seguí. El agua estaba fría, más aún si cabe debido al contraste con nuestra piel enfebrecida. Ella aún tenía medio cuerpo fuera del agua. Sus pezones, duros y enhiestos, acusaban el frío. Me acerqué a ella, mientras notaba como mi pene parecía a punto de reventar. Lo sentía pulsante, bajo el agua fría, buscando el calor de ella. Giselle pareció leer mi mirada, se mordió los labios y, muy lentamente, se fue acercando hacia mí, mientras sus manos acariciaban sus pechos, estrujándolos, jugueteando con sus pezones. Excitándome. Su piel brillaba, salpicada de minúsculas gotas brillantes. Le agarré del cuello, bajo la nuca y la atraje hasta mí con fuerza. Nos besamos con ansia, a punto de devorarnos. Nuestras lenguas se enredaban y sus piernas ya estaban alrededor de cintura.
- Hmmm… Tristán… - gimió ella.
Agarré sus nalgas con ambas manos y la elevé un poco. Mis dedos se fueron deslizando hasta la entrada de su vagina. Cuando uno de ellos se introdujo entre sus labios, pude sentir como su cuerpo se estremecía ante el contacto del agua fría, y cómo ella se dejaba caer lentamente, para sentir como mis dedos iban penetrándola poco a poco. Así la estuve masturbando, mientras ella se echaba hacia atrás, mostrándome esos pechos turgentes, suaves, calientes. Mordisqueé sus pezones, y supe que no podría aguantar mucho más. Con un suave movimiento, saqué mis dedos y la icé un poco, lo suficiente como para colocarla justo encima de mi palpitante miembro. No hubo impedimento alguno mientras mi falo iba deslizándose en su interior. Ella se agarraba fuertemente a mí, gimiendo, mordiendo mi cuello. Sus rizos húmedos acariciaban mi piel mientras sus uñas la arañaban. Yo movía mis caderas al mismo ritmo que las suyas. Apreté su hermoso culo, empujando más fuerte al mismo tiempo. Podías sentir como el clímax se acercaba.
Ella gemía. Más fuerte. Cada vez más fuerte. Más fuerte. Yo sentí como mi semen se derramaba caliente en su interior, al mismo tiempo que ella se echaba hacia atrás, casi gritando de placer en medio de aquella quietud estival, mientras sus uñas dejaban rojizas marcas en mi espalda. Poco a poco fuimos recuperando la respiración, mientras nos dejábamos acunar por las aguas. Nos dimos un último beso. Tranquilo. Sosegado. Y poco después nadamos ya hacia la barca, donde dormimos desnudos y abrazados, hasta que nos sorprendió el día.
2 comentarios:
Wowwwwwwwwww vaya manera de poseer al ser amado. Sublime post, divino, lleno de mucha pasión....
Me calente del tiro.
Besos erotizados
Me alegro de que te gustase, Venus. Si no tuviésemos pasión, que mundo más aburrido éste, no?
Esperamos verte de nuevo por acá con nosotros.
Besos
Tristán
Publicar un comentario