-Hola cariño –dije mientras miraba hacia arriba y veía su hermoso rostro-. Hoy has madrugado mucho.
-Tú sí que te levantaste temprano –su voz era un ronroneo-. He abierto los ojos y no estabas allí. Te he echado de menos en la cama…
Sus manos se deslizaron por el cuello de mi pijama bajo la blusa, acariciando mi pecho. Yo sonreí y me mordí el labio complacido. Ella se inclinó para besarme y pude notar como su lengua buscaba ansiosa la mía.
-El post tendrá que esperar –pensé.
-Puedes seguir con lo que estabas haciendo, Tristán –dijo como si leyese mi pensamiento-. No voy a molestarte –pero el brillo de sus ojos no decía lo mismo.
Sacó sus manos de mi blusa, después de que sus dedos hubiesen estado jugando con mis pezones durante toda la conversación. Volvió a besarme y se fue hacia la ducha. Escuché el correr del agua y, por un instante, me planteé irme con ella. –Más tarde podremos dedicarnos a jugar –me dije y seguí escribiendo.
Pocos minutos después dejé de escuchar la ducha y oí como se abría la puerta del baño. Enseguida apareció Giselle, cubierta solamente por un albornoz que dejaba al descubierto el nacimiento de sus hermosos pechos. Una gota de agua recorría, atrevida y solitaria, su escote. Estaba tan sensual.
-Déjame terminar esto y no te vistas –le dije guiñando un ojo.
-Termina, cielo. No tenemos ninguna prisa –rió en voz queda.
Me centré en terminar el post, pues no me quedaban más que dos o tres párrafos. Pero entonces noté a Giselle llegar hasta a mí. Estaba de pie a mi derecha, el albornoz abierto casi hasta la cintura. Noté como mi pene comenzaba a palpitar bajo el pantalón del pijama.
-Vamos, termina –me dijo con una sonrisa al ver como la miraba-. Eres un impaciente.
Sonreí y volví a centrarme, iluso de mí, en el blog. Porque entonces Giselle se agachó y se situó frente a mí, entre mis piernas, las cuales separó suavemente. Fui a decir algo, pero me cortó.
-A lo tuyo –dijo mientras su mano se deslizaba bajo mi pantalón y agarraba mi pene para sacarlo.
Intenté escribir, pero cuando sus labios se cerraron alrededor de mi falo y comenzó a succionar delicadamente mi respiración se entrecortó. Mis manos se apartaron del teclado y fueron a acariciar su pelo. Giselle paró unos instantes y, con sus labios aun rozando mi glande, me dijo con una sonrisa:
-Si no trabajas, lo dejamos.
-Eres diabólica –contesté devolviéndole la sonrisa.
A pesar de las ganas que tenía de levantarla en vilo y llevarla a la cama, decidí seguir sus normas. Ella siguió chupando, despacio al principio, luego con algo más de fuerza. Su lengua recorría mi carne de arriba abajo, desde los testículos hacia el extremo, cada vez que ella paraba. Lo hacía endiabladamente bien, como sólo ella sabe hacerlo.
-Si sigues así me correré, Giselle –mi voz se había enronquecido como consecuencia de mi excitación y respiraba agitadamente.
Ella esbozó un puchero y poco a poco se levantó, sin dejar de mirarme a los ojos. Sus pupilas reflejaban todo el deseo que inflamaba su cuerpo. Y el mío. Entonces, lentamente, apartó los faldones del albornoz, dejándome ver su rizado vello púbico. Colocó sus piernas a ambos lados de las mías y se quedó mirándome, a la espera de lo que yo fuese a hacer. Entonces la agarré de sus glúteos, tersos y firmes, y la hice sentarse sobre mi pene, enhiesto como el mástil de una bandera. Entró sin dificultad, pues ella ya estaba bien lubricada. Pude sentir su calidez y no pude evitar un jadeo de placer. Ella pasó sus brazos alrededor de mi cuello y volvió a besarme con furia. Su lengua se enredaba con la mía mientras mis manos impulsaban su trasero arriba y abajo, esforzándome en no acelerar demasiado el ritmo para saborear todo aquel universo de sensaciones. Clavé mis dedos en la carne de sus nalgas mientras la apretaba con más fuerza hacia mí, haciendo la penetración mas profunda y consiguiendo que ella echase hacia atrás la cabeza mientras gemía de placer. Sus jugos empapaban mi vientre. Aparté la parte superior de su albornoz, desnudando sus pechos. La mera visión de sus pezones duros y firmes terminó por hacerme perder cualquier vestigio de autocontrol. Me abalancé sobre sus senos, estrujándolos, manoseándolos, lamiendo cada pezón, apretándolo con mi lengua contra los dientes, mordisqueándolo. Giselle jadeaba y apretaba mi cabeza contra su pecho y arañaba mi espalda con su otra mano, incluso por encima de mi blusa. Sus gemidos crecían en intensidad y pude sentir cómo su clímax se acercaba, paralelo al mío. Moví mi cadera abajo y arriba cuanto pude, y cuando noté como el semen salía propulsado dentro de ella la apreté contra mí mientras me vaciaba. Giselle se sacudió varias veces sobre mí, al tiempo que ella también llegaba al orgasmo. Cuando hubo pasado, se derrumbó sobre mi pecho, exhausta. Yo apenas podía respirar, pero comencé a acariciarle la espalda tiernamente, mientras ambos tratábamos de recuperar las fuerzas.
-Me encanta trabajar así –mi voz era apenas un susurro.
-Sí, hacemos un buen equipo. Muy buen equipo.
5 comentarios:
Os juro que es mera coincidencia que inicie mi relato "Gisèle" y os descubra a los pocos días, pero ahí está. ¿Coincidencia o destino?
He leído vuetros relatos y me parecen excitantes y divertidos. Ánimo, que queda mucho por imaginar, mucho por experimentar, mucho por describir.
Un saludo. Os seguiré de cerca.
Buena manera de iniciar el día. Nosotros también esperaremos el post...
Besos desde el agua.
Definitivamente hacen tremendo equipo. Mi pregunta es: ¿cuál de esos posts fue el que terminaste mientras Giselle te volvía loco?
No está aún publicado. Seguramente lo postee la semana que viene ;) Ya os lo diré :D jeje
Un saludo y gracias por visitarnos.
Imposible no dejar el post para otro momento cuando la sensualidad llama a tu puerta.
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