martes, 2 de enero de 2007

Casino Eternal Palace

La fiesta del Casino Eternal Palace comenzaba sobre las 10 de la noche. Tenía mi entrada encima de la mesilla, junto a la llave de la habitación. Esta noche exigía traje de gala, así es que no dudé en ponerme el vestido de gasa rojo ajustado al cuello, el de los brillantes en el escote. La melena suelta, leonina, que caiga con gracia sobre los hombros y la espalda. Tengo que estar irresistible esta noche.

Bajé por el ascensor y me dirigí a la sala principal, mostré mi invitación y entré. Cogí una copa de champán de las que servía el camarero y comencé a buscarle entre la multitud. Muchos se giraban al verme pasar a su lado, pero ninguno era él. Seguí paseándome por la sala hasta que al fin pude verle sentado en la mesa de pócker junto a varios hombres más. Cielos, estaba terriblemente atractivo con esmoquin. Decidí unirme a la partida y me acerqué a la mesa. Todos se giraron para contemplarme y cuchicheaban entre ellos menos él, pero no me importaba, porque yo sabía que en el fondo había captado su atención. Me encanta cuando finge ser el hombre de hielo.

Contemplaba todos sus movimientos… La elegancia con la que se coloca los gemelos, cómo se acaricia la barbilla cuando reflexiona mientras juega, la chulería con la que suelta las cartas y la forma de beber su copa de ron. Cada movimiento desprendía masculinidad, atractivo y sensualidad. Deseaba con todo mi ser que me acariciase con sus manos, sentir sus labios… Pero seguía sin mirarme. Pedí otra copa de champán y decidí llamar su atención con un par de jugadas, hasta que llegó el momento culminante que yo esperaba. Una buena mano. Él acaba de ver mis cartas y subió la apuesta. Solo quedábamos él y yo. No podía igualarle. Así es que aposté lo que un hombre es incapaz de rechazar.

-Una noche conmigo. –dije. Todos los hombres de la mesa se giraron asombrados con los ojos como platos. Él me contempló fijamente a los ojos y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.- ¿Aceptas la apuesta? –dije con voz melosa casi como un ronroneo. Él sonrió pícaro.
-Acepto.

Mostramos las cartas. Full de ases y reyes... Buena jugada, pero mi pócker de damas lo desbancó. Sonreí juguetona. Al final, las damas siempre ganan. Cogí todas las fichas, mientras el permanecía impávido mirándome. Los demás reían y le daban palmadas en la espalda mientras decían: “quizás en tus sueños, amigo…” Me levanté de la mesa, terminé de beber mi copa y le miré. No me quitaba la vista ni un segundo… Y eso me excitaba. Sabía que al fin me deseaba. Cogí mis fichas, para cambiarlas y me marché de la mesa.

Volví al ascensor y una sonrisa se dibujaba en mis labios, porque él me seguía. Al subir al piso, caminé hacia mi habitación despacio para que me alcanzara. Al llegar a la puerta, me paré en seco. Estaba justo detrás mía. De repente sentí sus manos acariciando mi espalda descubierta, de abajo a arriba, con suma delicadeza, hasta los hombros. Apartó mi pelo suavemente y me acarició el cuello.

-Dame esa noche, Giselle. –dijo con una voz grave pero aterciopelada.
-Creo que la has perdido. –sonreí. Tristán comenzó a besarme el cuello con suavidad. Aquello era irresistible.
-Aún así, la deseas tanto como la deseo yo. –los besos comenzaron a subir hasta la oreja y la nuca, y sus manos me cogieron de la cintura. Comencé a excitarme.
-Pensé que no te había fijado en mí… Nunca me mirabas.
-No fijarme en ti era imposible, Giselle. Solo necesité echarte un leve vistazo cuando te acercaste a la mesa para sentirme irremediablemente atraído por ti. Si te miraba, perdía la concentración. Sólo deseaba tener tu escultural cuerpo desnudo entre mis brazos.

Abrí la puerta de la habitación y dejé que pasara detrás de mí. Tire la llave sobre la mesilla y me acerqué a él hasta casi rozar sus labios con los míos. Respiraba con la boca abierta y podía notar su excitación cada vez mayor.

-¿Me deseas? –empecé a quitarle la chaqueta y deshacerle la pajarita.
-Sí.

Tristán comenzó a besarme de la forma más apasionada posible. Cogió mi cabeza con una mano y mientras con la otra me agarró fuertemente de la cintura. Así pegada a su cuerpo, empezó a empujarme poco a poco hasta llegar a la cama. Me eché sobre ella y él se colocó encima, mientras se quitaba la camisa. Acaricié su atlético cuerpo y él me mordisqueaba y besaba el cuello. Muy despacio bajó su mano derecha y levantó mi falda mientras me acariciaba con sus cálidas manos. Al mismo tiempo, yo me desabroché el vestido. Sus manos llegaron hasta rozar mis braguitas y finalmente tiró del vestido con suavidad hacia arriba para quitármelo. Me besaba más y más… Sobre mis braguitas, en el ombligo, y poco a poco, llegó hasta mis pechos, que mordisqueaba y lamía a placer. Mis pezones enhiestos eran para él un plato exquisito con el que juguetear con su lengua. En aquel momento estaba tan excitada que comencé a gemir, casi como un ronroneo y sé que a él le gustaba. Le ayudé a quitarse los pantalones y los boxers, y él me bajó las braguitas con dulzura. Después se colocó sobre mí y empezó a besarme cada vez de forma más apasionada. Podía notar cómo su pene erecto rozaba entre mis piernas e iba notando mi humedad. Anhelaba tanto que me penetrase que no pude evitar agarrarle de las nalgas y empujarlo hacía mí. Él me cogió entre sus brazos y pude sentir como se estremecía al penetrarme. Cada segundo en el que notaba cómo su falo entraba y salía, mi excitación iba en aumento. Durante mucho tiempo nos sentimos como uno solo, y su goce era también el mío. Su pene me atravesaba con cada movimiento y me hacía gemir de placer más y más, hasta que comencé a notar cómo él llegaba al éxtasis, al mismo tiempo que yo. Tristán empezó a gemir casi gritando y se pegó a mí como suplicando que no me fuese, pues deseaba sentir más que nada en el mundo ese placer que yo le proporcionaba… Y no dudé en dárselo mientras sentía el mío. Después de liberar la tensión con unos gritos de extremo placer, los movimientos de nuestros cuerpos cesaron lentamente y nuestra respiración se tranquilizó. Tristán se echó a mi lado con suavidad y me estrechó entre sus brazos, envueltos por las suaves sábanas blancas.

4 comentarios:

venus dijo...

Vaya manera de cautivarlo, de seducirlo y más aún de llevarlo a la cama.

Excelente post, bienvenidos a este mundo del erotismo, de la pasión, de la sensualidad sin caer en lo vulgar.

Es un placer exquisito que nos tengas en sus links, nos estaremos leyendo.

Besos erotizados

Giselle dijo...

Nunca hay q perder la originalidad y seducir ha de ser siempre una diversion ;)

Me alegro que te gustase, espero verte por aqui.

Besos

Alvaro dijo...

Descubro esta pagina a traves de un comentario vuestro en otro blog... y me alegro de haberlo hecho.

Besos desde el agua

Marte dijo...

Nada que agregar al relato de Giselle... Una forma exquisita, astuta y desquiciante de seducir a alguien.

Un beso y gracias por incluirnos en los links.